28 Ago La meditación cristiana
En mi trabajo como consultora de Mindfulness me preocupa especialmente que las personas conecten con su dimensión espiritual .
El nivel espiritual está relacionado con el sentido del SER que va más allá de la imagen que tenemos de nosotros mismos, de nuestros valores, de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, de nuestras sensaciones de nuestras intenciones y de nuestras acciones. Es el nivel de CONSCIENCIA que da sentido y propósito a nuestra vida .
Para llegar a este nivel de consciencia muchos autores recomiendan la práctica de la meditación .
La práctica de la meditación se nos presenta muchas veces como originaria de las religiones orientales (yoga, meditación trascendental, zen…) como si en nuestra tradición occidental la meditación no hubiera existido nunca. Y no es cierto. La meditación ha estado presente en la tradición cristiana desde sus orígenes. La única especificidad es que, para el cristiano, meditar es sinónimo de orar.
Como cristiana me atrevo a decir que la meditación es, sencillamente, un modo de oración. Un modo particularmente profundo de orar que no está reservado especialmente a los monjes y a los místicos, sino que se propone como una práctica reiterada al ritmo que sea según el carisma de cada uno.
La principal finalidad de la meditación cristiana no es aligerar el estrés, ni liberar la consciencia individual de las tensiones cotidianas. La meditación cristiana es, fundamentalmente, hacer silencio interior para ser conscientes de la presencia de Dios y amarlo y sentirse amado, si es posible, con pocas palabras. Los resultados de la meditación pueden ser terapéuticos, porque están inscritos en la fuerza que proviene de la gracia de Dios que nos incrementa la capacidad de ver su obra o actuar en su sentido en los detalles del día a día
No Comments