09 May El coaching puede ayudar a aumentar la autoconfianza
La confianza en uno mismo es una competencia compleja. En mi trabajo como coach acompañando directivos y profesionales me encuentro que para cada persona tiene un significado diferente. En este post/artículo planteo algunas reflexiones sobre esta competencia.
La confianza en uno mismo es la seguridad en nuestras propias capacidades y en nuestras cualidades. Es el convencimiento de que poseemos determinadas aptitudes que nos permiten realizar aquello que deseamos, venciendo obstáculos y realizando esfuerzos, sin desanimarnos en el intento, porque tenemos la certeza firme de que somos capaces de conseguirlo. La confianza está basada en el conocimiento personal.
Un conocimiento real sobre nuestras cualidades y limitaciones, de tal forma que nos permita conocer cómo somos y cómo actuamos ante determinadas circunstancias, nos permitirá aumentar la confianza y seguridad en nosotros mismos.
Este esfuerzo por conocernos debe ser continuo ya que, conforme pasa el tiempo, vamos cambiando. Estas son algunas pautas para conseguirlo:
Autoobservación
A pesar de la dificultad del autoconocimiento, no podemos permanecer indiferentes ante esta necesidad de conocernos mejor, porque esta despreocupación retrasa nuestra madurez, obstaculiza la comprensión de lo que nos acontece en nuestras relaciones personales y nos procura inquietudes evitables: el sencillo ejercicio de escuchar nuestra voz u observarnos en un vídeo puede suponer un cierto descubrimiento enriquecedor. Si pudiéramos ser espectadores de algunos de nuestros comportamientos desacertados, seguramente evitaríamos la reincidencia. Quizá, en su caso, nos daríamos cuenta, por ejemplo, de lo contraproducente que resulta subestimar o idealizar a los demás, hacer atrevidas extrapolaciones al argumentar, escenificar gestos de suficiencia o autoridad o descontrolarse emocionalmente.
Ser sinceros con nosotros mismos y evitar el autoengaño.
Con el “autoengaño” queremos referirnos especialmente al peligro de poseer una exagerada visión de nuestras capacidades y quizá una cierta ignorancia de nuestros defectos. Parece un riesgo entre personas que han destacado sensiblemente en alguna actividad, porque algunos podrían acabar pensando que son buenos para casi todo. Autoengañarse (como consecuencia de éxitos anteriores) puede llevar a los directivos a disfunciones como: incapacidad para reconocer errores, arrogancia, sed de poder, rechazo a las críticas, narcisismo, persecución de objetivos poco realistas, juicio a las personas en términos de blanco/negro, necesidad de parecer perfecto o hábito de trabajo compulsivo.
Pedir feedback
En los últimos años se haya extendido el feedback multifuente o feedback de 360º en las empresas. Un buen directivo desea conocer la opinión sincera que los demás tienen de él y valora esta información; sabe que entre los puntos de vista que ha de considerar deben estar, al menos, los de sus colegas, su jefe y sus colaboradores. Si no somos suficientemente autocríticos, por lo menos hemos de ser receptivos al feedback, propiciando que este sea sincero y edificante. La verdad es que para un subordinado puede resultar complicado manifestar a su jefe la opinión que le merece su actuación: por eso se suele recurrir a la cumplimentación anónima de cuestionarios. Uno puede naturalmente equivocarse al opinar sobre una persona –colega, jefe o subordinado–, pero ha de procurar ser objetivo y sincero.
Los directivos que se conocen bien y confían en sí mismos pueden defender, lo que consideran acertado, y pueden asumir decisiones importantes aun bajo presiones e incertidumbres; además, inspiran confianza en quienes les rodean. Por el contrario, las personas que carecen de confianza en sí mismas tienen dificultades para tomar decisiones y retroceden ante el mínimo riesgo.
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